El AQ entra en escena

Mucho antes de que Sócrates recorriera las calles de Atenas, el filósofo Heráclito dijo: “Lo único constante es el cambio”. Dos mil años después, sus palabras han resultado ser más ciertas que nunca, pues la globalización, la tecnología y una pandemia mundial han obligado a las sociedades de todo el planeta a afrontar situaciones inesperadas y rápidas transformaciones. 

Las empresas son tan adaptables como las personas que las conforman, por lo que no es sorprendente que los responsables de contratación, especialmente en el sector de hostelería y turismo, busquen diversas formas de medir la adaptabilidad de sus candidatos para evaluar su cociente de adaptabilidad (AQ por sus siglas en inglés).

 

¿Qué son exactamente el CI, el CE y el AQ?

Por supuesto, antes del coeficiente de adaptabilidad ya existía el CE (Coeficiente Emocional) y antes de este, el CI (Coeficiente Intelectual). ¿Cuál es la diferencia entre ellos y por qué tienen importancia estos cocientes? 

El CI, probablemente el más conocido y documentado, evalúa un tipo específico de inteligencia: la capacidad de aprender y razonar de forma lógica. El CI no mide los hechos que has memorizado, sino tu capacidad de asimilar un conjunto de datos y obtener conclusiones. 

El coeficiente emocional (CE), referido a tu inteligencia emocional, evalúa tu capacidad de reconocer y gestionar tus emociones y las de los demás de forma eficaz, así como afrontar las interacciones y las relaciones con las personas. 

El cociente de adaptabilidad mide la capacidad de adaptarse a nuevas situaciones rápidamente, ver posibles retos como oportunidades y perseverar en las dificultades, todo lo cual es extremadamente importante en la contratación en el sector de hostelería y turismo, especialmente en la era del COVID-19.

 

El CI es importante, pero no es suficiente

Mientras que en el pasado un CI alto era más que suficiente y aunque no puede considerarse una mala cualidad hoy en día, la capacidad de deducción y de razonamiento no basta para mantener un negocio a flote. El mundo cambia con demasiada rapidez. Una empresa puede tener el modelo de negocio perfecto, pero si su equipo directivo y sus empleados no son capaces de adaptarse a los cambios repentinos de la economía o a las exigencias de los clientes, a la tecnología y a la globalización, esa empresa no durará. 

Desgraciadamente, hemos visto cómo esto se ha intensificado durante la pandemia. Se necesita mucho más que la fría capacidad de análisis; la adaptabilidad es la nueva lógica. 

 

Cómo medir cualidades difíciles de medir

El CE y el AQ se centran más en las competencias transversales, que son más difíciles de cuantificar, pero han demostrado ser indispensables a la hora de gestionar un entorno cambiante. Si son más difíciles de cuantificar, ¿cómo es posible medirlas? 

Para evaluar el CE, los candidatos pueden realizar una autoevaluación, y responder a preguntas sobre sí mismos en una escala (completamente de acuerdo, algo de acuerdo, algo en desacuerdo, completamente en desacuerdo, por ejemplo). Otra forma de medir la inteligencia emocional de una persona es preguntar a sus colegas o amigos lo que piensan de esa persona en una encuesta.  

Por último, la persona puede observar diversas situaciones y escoger cómo se sentiría alguien en cada una de ellas. En la contratación en hostelería, ser capaz de identificarse con los clientes y gestionar sus propias emociones en situaciones difíciles es esencial para el éxito en el sector. Pero, una vez más, ¿es suficiente?  

 

Tomar buenas decisiones

El AQ o coeficiente de adaptabilidad se basa en diferentes opciones. ¿Es capaz una persona de identificar lo que es relevante y urgente? ¿Es capaz de afrontar una situación de manera holística, desde múltiples ángulos y perspectivas? ¿Es capaz de tomar la dirección correcta tras obtener una visión general del asunto? ¿Es capaz de desaprender lo que ya sabe cuando se enfrenta a información novedosa? ¿Es capaz de priorizar el aprendizaje en su día a día? 

¿Cómo se mide el AQ de un candidato si se basa en decisiones que aún no ha tomado? Se les pregunta por las decisiones que tomarían en situaciones hipotéticas. Según Natalie Fratto, inversora de capital riesgo, una de las mejores maneras de determinar el AQ de una persona es plantearle preguntas del tipo “¿Qué ocurriría si…?”. 

¿Son capaces de utilizar su creatividad cuando las cosas se ponen difíciles? ¿Saben ver los obstáculos como oportunidades? ¿Son capaces de cambiar el rumbo cuando no tiene sentido seguir en la misma dirección?

Otra forma de determinar el AQ es averiguar si el aprendizaje es una rutina que forma parte de su día a día. Si la persona disfruta aprendiendo, es probable que le guste desafiarse a sí misma y examinar nuevas formas de pensar y entender el mundo. Si disfruta explorando y viajando, es probable que también sea capaz de adaptarse en situaciones laborales. 

 

Contratar para la adaptabilidad

En definitiva, si buscas contratar en el ámbito de la gestión de la hostelería, sería bueno saber cómo se comportan los candidatos en cada uno de estos cocientes: inteligencia, conciencia emocional y capacidad de adaptación. Cada uno de ellos tiene en cuenta un aspecto diferente de las cualidades de una persona, pero si encuentras a alguien con una alta capacidad de los tres, tendrás una ventaja considerable, ya que esa persona será flexible, inteligente y compasiva en las decisiones que tome.  

Sin duda, será una gran aportación para tu equipo y entorno laboral. 

Dicho esto, si encuentras a alguien con un AQ alto, es probable que también posea las otras cualidades, porque es difícil adaptarse a diferentes situaciones complicadas sin un cierto nivel de inteligencia y conocimiento emocional. La capacidad de adaptación, en este mundo en constante transformación, es realmente un requisito innegociable a la hora de contratar.